Si hoy le preguntaran a la mayoría de los analistas, encuestadores, formadores de opinión y cagatintas de turno qué posibilidades tiene el kirchnerismo de seguir hegemonizando la política argentina en el próximo decenio, la respuesta sería casi unánime: TODAS.
Incluso alguno preconizaría instalar una especie de monarquía K.: la familia real gobernaría al menos 16 años consecutivos hasta dejarle el trono a uno de sus vástagos. En aras de la gobernabilidad.
Y no descartaría una Asamblea General Constituyente, digamos en el 2010 para que coincida con el Bicentenario, que consagre la abolición de las elecciones bianuales, ante la nula influencia del Poder Legislativo en las medidas de gobierno.
El Congreso, así, se podría transformar en un amaderado escenario vacío donde, cada 4 años, veamos por la tele una ceremonia íntima de iniciación familiar, con el país como living.
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