14.12.07

Cianuro, de los montoneros a Febres

La historia tiene sus paradojas, sus parábolas, sus mensajes. La muerte del represor Héctor Febres, dentro su "celda" en la Prefectura Naval de Tigre, cuatro días antes de ser condenado por crímenes de lesa humanidad, es una de esas extrañas parábolas.

"Teníamos esperanzas de que Febres hable y rompa el pacto de silencio de los militares respecto al destino de miles de desaparecidos y también de los bebés nacidos en cautiverio", dijo Rodolfo Yanzón, abogado defensor de algunas de las víctimas de Febres.

La responsabilidad apunta directo a los jueces que deciden su encierro en una base de Prefectura, de manera análoga a como otro carnicero de la ESMA ,
Alfredo Astiz, está en la Base Naval de Zárate.

Los acusados por crímenes de lesa humanidad deben aguardar el dictamen de la Justicia
que no le dieron a sus víctimas, en cárceles comunes.

Segun las últimas informaciones, Febres no murió de un infarto, como señalaron fuentes de la misma Prefectura, sino por la
acción masiva del cianuro en su organismo.

El cianuro mata porque quita el oxígeno de las células de los centros respiratorios, provoca parálisis respiratoria, convulsiones, midriasis (aumento del diámetro de la pupila), y una muerte siempre horrible.

Cincuenta miligramos es una dosis letal para cualquier ser humano. Un sobre de azúcar de los que echamos al café de la mañana, tiene 10 gramos. Si en vez de azúcar fuese cianuro, esa cantidad podría matar a doscientas personas. Una célebre asesina echaba una dosis ínfima de cianuro líquido o bien en el té, o bien en las tortas con las que invitaba a sus amigas. Suele oler a almendras amargas, pero no siempre. Y no todas las personas pueden detectarlo.

En la década del 70, los cuadros montoneros llevaban una pastilla de cianuro escondida entre sus ropas para administrársela en el momento de su captura por la represión, cuando esta se considerare inevitable.

Era la mejor arma para evitar "cantar" en la tortura, y delatar compañeros.

Así murió, entre otros, el poeta Francisco Urondo.

Pero no es el único símbolo.

Como bien cuenta hoy una nota de Alberto Amato en Clarin, el jerarca nazi Hermann Göering, prefirió tragar cianuro antes que morir ejecutado en la horca de Nüremberg.

¿Febres siguió el ejemplo de Göering, o alguien lo mató
para que no hable?

Hay una diferencia con los montoneros: se mataban para no hablar.

Si es cierta la posibilidad de una declaracion de Febres que rompa la "omertá" entre militares genocidas, acá lo mataron para que no hable, dando además un mensaje simbólico a sus víctimas.

De cualquiera de las formas, el mensaje es tétrico.


Tan tétrico como la desaparición del testigo
Jorge Julio López, de la que nada se sabe a pesar de las rídiculas y "optimistas" declaraciones de los gobiernos nacional y provincial.


No hay comentarios.: