En 1970, mi vieja tenía debajo del winco, entre sus discos de aznavour, de coniff, del festival san remo, un par de simples de él.
Especialmente recuerdo uno, "Pizza, coca cola y risa". No encuentro un título más apropiado para la estética de Leonardo Favio.
Después, mucho después, supe que había sido el actor fetiche de Torre Nilsson, y que ya asomaba como uno de los mejores directores del nuevo cine argentino.
Tipo raro. Un blend de Roberto Sánchez, Alfredo Alcon, Roberto Arlt y Rodolfo Walsh.
Favio escribía, dirigía, actuaba, cantaba, opinaba. Se levantaba a las mejores actrices, y además, era un ídolo de la canción, amado por la gente simple.
Como él, que siendo raro no dejaba de ser tan simple como la letra de sus canciones.
Por esta excelente entrevista de Rodolfo Braceli, me entero que el viejo de Favio murió cuando él era muy chico. Un clásico.
Antes, sus padres se habían separado y el chico pasó una temporada en un orfanato, en un pueblito mendocino. Se escapaba, robaba, caía en cana dos por tres y se volvía a escapar.
En la época del disco simple yo tambien me escapaba, pero de mi casa. Y robaba frutas, revistas, fierros viejos que después vendíamos con mis amigos por monedas.
El Rulo, Armando, Luisito, Pablo Fariña... Con el Rulo íbamos al centro a tocarle el culo a las mujeres. Pasábamos corriendo, y algunas se reían. No teníamos más de 7 u 8 años. Pizza, coca cola y risa. Cuando me escapaba, a la calle o al club, mi abuela me iba a buscar con la varita, hecha con un gajo de paraíso.
¿Alguien vio a una vieja correr a un chiquilin con "la varita"? Cosas de barrio.
Las canciones de Favio, y parte de su cine, hablan de la varita, de correr en pata por calles de tierra, de esconderse a fumar y a cumplir los primeros deseos prohibidos.
De linyeras amigables, de comer hinojo, de joder a los vecinos.
Pero sobre todo hablan de amor. O de infancia, que viene a ser más o menos lo mismo.
¿Kitsch? Ningun boludo.
Peronista a lo Gatica. Cristiano a lo Pasolini.
Nadie me hace acordar tanto como él a Pier Paolo Pasolini.
Especialmente al Pasolini de "La Ricotta", del Evangelio de San Mateo.
Ahora está viejo, sí. Aunque tiene la misma luz en la sonrisa, en la mirada. La luz de las primeras cosas.
Sólo cometió el error de no morirse.
Pero eso, se sabe, siempre tiene remedio.
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